domingo, 10 de enero de 2016

I - Cielo


 
Aquí no te debo vergüenza,
no te reservo silencio.
Te fijo y tu rostro no me estalla en los ojos;
la gris catarata que te empaña me permite verte como nunca,
sin ese fulgor, sin ese toque que te vuelve inaccesible.
 
Te veo grandiosa, sin un centímetro desviado.
Una bala perfecta.
 
Hoy te he descubierto,
no por ocasión,
sino porque en esta estación de mi vida aprecio las cosas que se deslizaban en mis apuros.